Malinche nunca fue el apodo de Marina, sino el que los soldados de Castilla dieron al líder de su expedición: el capitán Cortés.
FANNY DEL RÍO México / 06.08.2021 03:47:53
De “malinchismo” se comenzó a hablar apenas por ahí de 1942, por más que hay quienes piensan que su historia comienza bastante más atrás.
Sobre el particular, la Academia Mexicana de la Lengua informa que el término “proviene de Malinche, apodo de Marina […], amante de Hernán Cortés”, y agrega que por “la preferencia de la Malinche por un extranjero, su nombre se empleó para formar el derivado malinchismo con el significado de ‘actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio’ ”.
Pero como no se dice ahí más, ni cuándo ni quién lo acuñó, quizá resulte oportuno, aunque no sea sino a la luz de otro “aniversario” más de esos que gustan tanto a las “autoridades”, discutir la pertinencia de revisar esa definición.
Para empezar, habría que preguntarnos a qué refiere eso del menosprecio de lo propio, cuando el contexto señala un tiempo histórico —el que habitaron Marina y Cortés— en el que no existía España ni las fronteras de lo que hoy es territorio mexicano, sino una nación castellana en ciernes de producir el desplome del Estado mexica, aprovechando el descontento —generado por su afán imperial— de pueblos y regiones a su alrededor.
Como se sabe, Malinalli, o Marina, no era ciudadana mexica, sino una entre miles de indígenas sin obligación de guardar lealtad al emperador Moctezuma, que usaba violencia militar y económica para someterlos. A ella nadie la conocía como Malinche.
Peor todavía: “Malinche” nunca fue el apodo de Marina, sino el que los soldados de Castilla dieron al líder de su expedición —el capitán Cortés—, mientras que a la joven nativa, cuyo nombre original era Malinali, la llamaban, con respeto, doña Marina.
¿Quién era La Malinche?
¿Qué significa eso de que mostró “preferencia por un extranjero”, si ella misma fue extranjera casi en todo lugar? Nacida en Painala, Coatzacoalcos, a los siete años fue vendida por su madre a traficantes de esclavos que la condujeron a Tabasco, donde luego fue obsequiada a los hombres de Castilla.
Su lengua materna fue el náhuatl, pero en el sur aprendió maya y luego, a los quince años, comenzó a hablar español. Y a pesar de lo poco que se sabe de ella, en ninguno de los testimonios que la mencionan nadie dijo jamás que haya menospreciado a los demás.
Sería prudente que la Academia de la Lengua señalara el origen del término Malinche con precisión, ya que no ofrece margen de error: es Bernal Díaz quien narra el episodio en el que los soldados dieron en llamar de esa forma a Cortés. Y es que los indígenas se referían a este como “el señor de Marina” o “el capitán de Marina”, que en su lengua se indicaba con el sufijo tzin, que además es reverencial, un título de respeto a menudo usado para designar grado o alcurnia: su correspondiente en español es el prefijo “don”, o, puesto en femenino, “doña”, que era lo que los soldados usaban para referirse a Marina. La palabra tzin, impronunciable para ellos, devino en che, de donde “alinali-tzin” (o “Malintzin”, por contracción) se transformó en “Malin-che”.
Si “Malinche” no fue el apodo de Marina, es errada la académica definición, pero en México persistimos en ese error, lo que acaso se explique porque obedece al juicio de valor que hacemos, como nación, culpando —sin fundamentos— a “Malinche” de traición.
Es un error identificar a “Malinche” con Marina y también lo es afirmar que murió en 1550: en 1529 su marido Juan Jaramillo ya había tramitado una cédula para casarse por segunda ocasión, lo que no habría sido posible de seguir viva Marina.
Tampoco es riguroso que fue una esclava que Cortés tomó como amante: la historia entre los dos fue bastante más compleja, e incluso hay quien especula que llegaron a casarse, aunque esa unión habría quedado sin efecto al descubrir Cortés que no era viudo, como le habían informado falsamente, sino que su mujer seguía viva en Cuba.
Con o sin la boda, describir a Marina como una esclava a la que Cortés “hizo” su amante, eclipsa el verdadero papel que ella tuvo en la Conquista, como intérprete, confidente y sensible asesora del capitán a cargo.
Por otra parte, los miles de indígenas que Marina “ganó” para la fe católica ya le deberían haber valido la canonización; pero más fuerte que el “malinchismo” es el “machismo” mexicano, al que mucho le complace dejar a las mujeres sin voz.
El “malinchismo” es un concepto machista, erróneo y malintencionado, que carga sobre los jóvenes hombros de Marina la responsabilidad íntegra de la Conquista, acaso porque eso permite que México cierre los ojos al hecho histórico de que una amplia mayoría de los habitantes originarios de esta tierra se aliaron a Cortés contra Moctezuma porque estaban hartos del tirano. Fue una rebelión legítima, independientemente de lo que vendría después, y qué bien nos haría enfrentarlo y dejar de desgarrarnos las vestiduras por algo que ni siquiera sucedió.
bgpa