Cada año mucha gente se disfraza y/o disfraza a sus niños la noche del 31 de octubre con el fin de divertirse un rato y recibir dulces.
La mayoría de las personas ven esta práctica como un simple juego divertido que les hace reír al disfrazar a sus inocentes pequeños, los cuales nada saben sobre esta macabra tradición; sin embargo, a muchos de los infantes, les provoca temor encontrarse con personas que se disfrazan de seres relacionados con la brujería, el infierno y demás cosas grotescas.
Sin darse cuenta, padres y madres, siguiendo la tradicional “Fiesta de las Brujas”, participan sin ser conscientes del daño que causan a sus generaciones, con el simple hecho de disfrazarse por una noche y convertirse entre juegos, en una pesadilla para sus hijos.
Parece todo muy inocente, porque están cegados espiritualmente para no entender el trasfondo espiritual que rodea esta tenebrosa fiesta nocturna, disfrazada de inocencia. Ya que su celebración tiene sus orígenes en una celebración ocultista.
Los niños pertenecen a Dios, pues su naturaleza es pura y sin maldad.
Los pequeños seres humanos vienen sin maldad en su corazón y aman la belleza, las buenas palabras, los buenos tratos y todo lo que se traduce en amor.
Pero la fiesta de Halloween les muestra la cara oculta; la que jamás quisieran ver. La que perturba su alma y les enseña que existe la violencia, la maldad, lo grotesco… y eso daña su emociones y su salud mental. Este tipo de imágenes y situaciones, traen consecuencias que con el paso del tiempo se reflejan en su conducta, en su terrores nocturnos, en depresión y hostilidad.
Y no sólo deja huella en su mente y corazón, sino que, más adelante arrastran herencias malignas, que fueron adquiridas sin saberlo, cuando se abrieron puertas espirituales en una celebración que parece tan divertida como es el Halloween. Sus vidas han sido marcadas por la tragedia, la enfermedad, el desaliento, la ansiedad y la depresión futuras.
El creyente que sirve a Dios, NO celebra el Halloween, ni tampoco compra dulces o adorna su casa.
Celebración que es dedicada al ocultismo y a las ciencias oscuras (al diablo y sus demonios). Ni tampoco hace participar a sus hijos o nietos disfrazándolos, porque esto no es un juego; a Dios no le agrada, son fiestas paganas, mundanas, diabólicas. Los niños son de Dios.
Si amas a tus hij@s no l@s condenes ni maldigas con estas prácticas. La Palabra de Dios es muy clara:
* «No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Deuteronomio (18:10-14)
* «Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti». (Deuteronomio 18:10-12)
* Y no participen en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien repréndanlas.». (Efesios 5:11)
* «Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que ustedes se hagan partícipes con los demonios. 21 No pueden beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no pueden participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. (1 Corintios 10: 20,21)
* «La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos pues las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz».
(Romanos 13:12)
