Amigas, no nos juzguen por este newsletter que quién sabe cuántas semanas tiene sin llegarles, pero como dice la canción: no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar. Y por llegar, ya llegamos, ya estamos de vuelta, con más rabia que antes, pero menos que mañana.
Y sobre eso de “llegar” es la newsletter de hoy. Obviamente está muy en tendencia eso de llegamos todas desde que ganó las elecciones la ahora presidenta Claudia Sheinbaum; y yo soy la primera que va a aceptar que le gusta un buen eslogan, pero la verdad es que en estos meses en que para todo se ha usado eso de que llegamos todas, más me pregunto a dónde se supone que llegamos, y quiénes.
Apenas el lunes fue el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres(que por cierto, aunque la ONU lo declaró así en 1999, en América Latina ya se conmemoraba desde 1981, en honor a las hermanas Mirabal, asesinadas en 1960 en República Dominicana por resistirse al régimen de Rafael Trujillo) y las morras en México, América Latina y otros lugares del mundo* salieron a las calles para exigir vidas libres de violencia y que no se deje a ninguna mujer sola. Pero ¿qué significa eso de no dejar a ninguna?
Uno de los problemas para lograr que todas las mujeres vivan vidas libres de violencia o, como hemos escuchado últimamente, para alcanzar la igualdad sustantiva, es que muchas veces cuando se dice “todas las mujeres”, en realidad lo que se quiere decir es “todas las mujeres que se vean como nosotras y tengan los mismos problemas que nosotras”.
Por ejemplo, el movimiento MeToo, que ha sido tan rompedor e importante, y que ha seguido dando frutos para visibilizar las violencias sexuales que vivimos muchas mujeres, es ya evidente que se quedó corto cuando se trata de acompañar y resistir a la violencia sexual que viven las mujeres migrantes, las racializadas, las trans, las discas, etc., es decir, las mujeres que están en los márgenes. Cientos de mujeres han salido a manifestarse en contra de las manadas, decenas de artículos y documentales sobre los abusos de políticos y líderes hacia las mujeres en sus equipos y formaciones; pero no se sienten convocadas cuando se habla de las violaciones contra las mujeres migrantes en las fronteras y en los campos de cultivo, de las agresiones contra mujeres en centros de desintoxicación, de la explotación de mujeres empobrecidas… ¿por qué no las vemos a ellas?
Esta pregunta no es hate contra los feminismos. Como diría Suiry Sobrino, “no toda crítica es una campaña de cancelación. Amigues, háganse cargo también”; y es que de eso se trata también el feminismo, de hacernos cargo y preguntarnos a nosotras mismas, y entre nosotras, las preguntas difíciles y dolorosas, al menos si queremos, en verdad, construir mundos posibles para todas, todas.
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*En otro momento hablaremos sobre cómo la viralidad de las redes sociales y la trivialización de… todo, hace que símbolos que son muy potentes y profundos en algunos lugares se repliquen de forma descafeinada, descontextualizada y despolitizada en otros. La canción sin miedo, de Vivir Quintana es un himno, pero ¿para quién? ¿qué están diciendo las mujeres europeas, por ejemplo, cuando cantan “por todas las madres buscando en Tijuana”? ¿saben del dolor y los silencios de los que nacieron esas palabras?Por supuesto, para profundizar en esto, leer a Djamila Ribeiro y su libro Lugar de enunciación, es muy recomendable, muy necesario, y muy buen regalo para su feminista de confianza.
Diosas, es que estoy enamoradísima de las morras, de las compas,
de todas y cada una de las mujeres que cada 25N llenan las calles de mi ciudad.
Si quieres ver toda la cobertura de la manifestación, da click en la foto, bb.
Un poco de rabia, un poco de ternura
Hablando de mundos posibles, hace poco terminé de leer una edición hermosísima de Capitan Swing (en México sus libros los lleva Editorial Herder) de ese manual de colectividad, y amor [lésbico] que es Tomates verdes fritos. Un poco ingénua, un poco nostálgica, un poco fantasía, la novela de Fannie Flagg es la verdadera ternura radical.
Y hablando de mundos imposibles, o inmundicias posibles (finalmente, como dice Emanuela Borzacchiello -ok, citando a Foucault- hay que entender las condiciones de posibilidad que permiten las violencias, para trabajar en erradicar las violencias), esta semana en La Cadera de Eva publicamos un texto-denuncia de Zaría Abreu, quien sufre un hostigamiento vecinal tenaz enlazado a su condición de mujer disca. De nuevo ¿a quiénes estamos dejando atrás cuando decimos “todas”?